Ayyy, ¡cuántos homenajes tendríamos que hacerle a los señores y señoras que, allá por el siglo XIX, inventaron este manjar dulce que es la leche condensada. Te confieso que yo, la debo llevar en vena, jaja. Sí, sí y te digo por qué.

Mi madre, otra loca apasionada del dulce, nos ha relatado en cientos de millones de ocasiones cómo le «robaba» el bote de leche condensada cocida a Mercedes, mujer que trabajó en su casa. Ese dulce de leche que conseguía poniendo el bote a cocer durante horas infinitas en la cocina de leña. Posteriormente, y con los avances, aquélla dejó paso a la olla a presión y ollas rápidas, que es dónde las hacemos las que necesitamos dulce a montones para poder serlo también nosotras.

Por eso, digo que el dulce lo llevo en vena. Pero la cosa viene ya de atrás. Mi abuelo Suso era un larpeiro de cuidado. Según me cuenta mi madre (yo no lo conocí) era asíduo cliente de la tienda de comestibles Cepeda en la Plaza de Cervantes, justo enfrente al banco Olimpio Pérez, en el que trabajaba.

Mi madre, lo heredó. No el banco, por Dios, sino el gusto por el asucarrrr, jaja. Me va a matar como os cuente que la recuerdo, siendo yo muy pequeña, tomando leche condensada del tubo en el que se envasaba también. Jaja, la de veces que he chupado yo el tubo y ella ni se habrá enterado (qué guarrada, por Dios).

Y yo, qué os voy a decir. Soy un caso perdido de muchas cosas, pero del dulce creo que más. A ver si no, ¿de dónde me va a venir a mi este

extramegasupra dulcerío que llevo encima?.

Mi hijo Pablo, no fue un niño al que le gustasen los dulces demasiado. Siempre fue más de salado. Pero de un tiempo a esta parte, no para de venir y preguntarme: 

-«¿Hay algo «rico» por ahí?. 

-«Pues,….. para mi todo es rico», le digo. 

-» Si, ya, pero tú ya me entiendes»……. .

Pues claro que lo entiendo y no se imagina él cómo ni cuánto de bien.

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Una de las primeras recetas que intenté hacer sin gluten fue un bizcocho. Sobretodo pensando en Pablo y su gran atracción por lo que él ha denominado «bizcocho amarillito«. Y, entre los que probé, el que más me gustó y el que más gustó a los celíacos de la familia, fue éste de Marisa

De hecho, si no se dice nada, ni se imagina uno que no es glutenero. Es más, os cuento que lo llevé, en forma de minis, al programa Come e Fala de la Radio Galega, en el que tengo mi sección (A Cociña de Berta Castro) y si no lo digo yo, a día de hoy ni lo hubieran adivinado.

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Receta sencilla que debéis probar todos, independientemente seáis o no celíacos. Vamos allá:

INGREDIENTES:

  • 80 gr de harina de arroz
  • 40 gr Maicena
  • 1 sobre doble de gasificante
  • 3 huevos
  • 1 lata pequeña de leche condensada
  • 50 gr de mantequilla fundida

ELABORACIÓN:

  • En un cuenco tamiza las harinas junto con la levadura en polvo. Reserva.
  • Bate la leche condensada junto con los huevos, pero de uno en uno.
  • Añade la mantequilla derretida y sigue batiendo.
  • Por último, agrega las harinas reservadas y mezcla hasta que no queden grumos.
  • Enmantequilla un molde y vierte la masa.
  • Hornea a 180º durante unos 30 minutos o hasta que al insertar una brocheta, ésta salga limpia.
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Esponjoso, suave, con ese toque dulzón que lo hace ideal para acompañar tu té, tu infusión de frutos rojos o tu café.