Desde que las nuevas tecnologías han entrado en nuestras vidas, muchas de las cosas que hacíamos para entretenernos, antes de ese momento, han pasado a un segundo plano, o ya me atrevo a decir, que a un tercero o cuarto. Sí, más bien al cuarto trastero o al cuarto de los trastos. Entre esos objetos, cajas, enseres y recuerdos se encuentran los solitarios de mesa.

A ver, que levante la mano quien después de comer un domingo se ponía en la mesa camilla a hacer solitarios con la baraja que venía de regalo con el Soberano (que era cosa de hombres) o con la Mirinda. Sí, soy de esa generación que creció con la no existencia de las grandes multinacionales alimentarias, donde el tulipán era el rey de las tostadas y, los cumples, se celebraban con Mirinda y, el Colajet, te hacía desear que llegara el verano.

Peeeero, llegó la tan necesaria y adictiva era de la información (parece que sin ordenadores personales no existiera tal) y ahhhh la baraja se transformó en virtual. Ya nunca estaba sucia, las cartas no se doblaban ni sufrían el maltrato de aquéllos que las marcaban en afán de ganar manos. Se perdió la tarde de solitarios de domigo de mesa camilla y el cinquillo con los garbanzos «del bote de la sala». Pasamos a no pestañear delante de la pantalla deseando completar nuestros palos y, cuando se terminaba la baraja y había que shuflear de nuevo, nos sentíamos fatal. Ahhhh los solitarios virtuales nos hacían pasar horas delante de las pantallas y nos han hecho tan felices cuando completábamos uno.

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Siempre me han gustado los solitarios. Tal vez porque yo he sido y soy bastante de ese estilo (léase solitario = independiente). Y como sigo necesitando dulce a diario, nada mejor que aprovechar el tablero olvidado para hacerme un solitario dulce dulce dulce.

Lo de preguntar «oye, ¿te apetece hacer un solitario?» no va a ser igual a partir de este momento. La respuesta acertada será: «bueno, siempre y cuando sea un dulce solitario con las yemas más fáciles, rápidas y xeitosas del mundo». Ahí queda dicho todo.

Espero os gusten y retoméis el uso de los juegos de mesa de toda la vida, los de los domigos de peli y mesa camilla.

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INGREDIENTES:

  • 180 gr de leche condensada
  • 150 gr almendra molida (yo he usado almendra molida sin gluten para que todos en casa las podamos tomar)
  • 3 yemas de huevo
  • Azúcar 

 

ELABORACIÓN:

  • En un cazo une la leche condensada junto con la almendra molida y las yemas de huevo.
  • Pon todo a fuego lento y cuece removiendo constantemente (no vaya a ser que se pegue).
  • Cuando veas que la pasta se separa de las paredes del cazo, ya estará lista.
  • Vierte en una bandeja y deja enfriar.
  • Haz bolitas y reboza en azúcar en grano.
  • Refrigera y mientras, decide cómo vas a disfrutar de ellas: versión solitario / versión grupal.

 

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Ya os dije que era la mar de fácil y xeitosa. En cápsulas de esas monísimas que tenéis también os quedan de lujo y como regalo en bote os harán la ola.

Con estas yemas «casi» como las de Santa Teresa, quiero sumarme al quinto centenario de la Santa que se celebra este 2015.

Muacs dulces